El ensayo es el concierto es el primer libro de Juan Guillermo Soto. Su edición fue posible tras obtener la beca Publicación de obra inédita, del Programa nacional de Estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia, en el año 2023. La editorial Domingo Atrasado incluyó este libro en su colección de Cuadernos Anarquistas. La propuesta que se anuncia desde el título es explorar las relaciones entre la literatura y la música, ensayando el siempre camaleónico, híbrido, mutante, centáurico género que nos legó el Señor de la Montaña, Monsieur Michel.
Daniel Padilla Serrato
Tallerista del área de literatura
Centro Cultural Universidad del Tolima
Con una voz que se sabe personal y auténtica, Juan Guillermo Soto va dando cuenta de sus hallazgos, tejiendo puentes, cantando el viaje: “En la música, ensayar es montar un repertorio de canciones. De tal forma que el artista llega al ensayo con su experiencia musical, que a su vez constituye un eslabón de la experiencia musical humana, y, su propia experiencia de vida”. Esta repetitiva preparación es necesaria para, en el escenario, “llevar la obra al ideal (¿desafortunado?) de la perfección y de la redondez”. Bien lo sabe él, ensayador pertinaz desde hace ya casi tres décadas, con agrupaciones musicales cuyos intereses incluyen el metal, el rock yijajeño, el electro rock, y el rock pechánico-chamánico-progresivo. Cada vez que se entra a un cuarto de ensayo, la motivación “principal, y final, suele ser ese concierto, la impecable cereza del pastel; un performance o puesta en escena de dicha ‘perfección’, un lugar en el que, desafortunadamente, se le teme a muerte al error”.
Errar y/o morir.
Vomitar y caer. Como algunos amigos
que ya no están.
En cambio, el ensayo literario “no pretende otra cosa que ensayar, por lo tanto no hay cereza en el pastel. Nada pasa después. Al final del ensayo, se apaga la consola. Se cierra el libro. En la música, por lo general, se ensaya como preparación para el recital o concierto. En literatura, se ensaya para ensayar. En literatura, el ensayo es el concierto”. Me interesa esta mirada del músico que escribe, del escritor cuya música se hace ensayo, intento, relato de ideas, intuiciones y memoria; búsqueda, canto, travesía… es decir, poema.
Varios son los valores de este libro: el conocimiento de oficio que aporta su autor acerca de la literatura y la música, ambas eternas aspirantes a la inalcanzable totalidad del silencio… eternas fracasantes; la versatilidad en el lenguaje –ésta es una de las preocupaciones constantes del autor– a través del cual se poetiza el pensamiento y se descubren nuevas notas de color en una frase; un tono lúdico, cercano al lector, y, por ello mismo, el riesgo, el salirse de la partitura de los buenos modales académicos; el verterse allí, en el texto, como un solo de trompeta encordada con hilos de vino y arena de la Tatacoa volando desde cándido hasta el altico sobre luciérnagas de humo… y ser memoria, y experiencia, y creación.
También encuentro cierta intención aforística en no pocas páginas del libro. Desde su título, repetido a lo largo de todo el texto como un leitmotiv, hasta muchas otras sentencias que sintetizan la clara visión de Soto:
“La mirada personal del ensayista es a la palabra escrita como el arco a la flecha. La diana: el lector”.
“¡Oh!, ¡epifanía que convoca y que dispersa!”
“El ensayo es una sala llena de espejos con un solo invitado: el escritor, quien constantemente va y vuelve a la sala disfrazado de este u otro personaje (…), pero sobre todo disfrazado de sí mismo, es decir de escritor, para charlar sobre lo que sea consigo mismo, es decir con un yo disfrazado de otro: el lector”.
“Busco la consagración del vino en agua y viceversa. ¿Cuál es el destino y cuál el origen? La poesía en el ensayo: trazar la ruta de dicha consagración. Un camino, de ida y regreso constante, de la revelación a la obra y viceversa. El lenguaje es un camino. Arrancó y terminará en el mismo lado: ninguno”.
Como si fuera poco, desde París, Neiva o Ixtlán, leyendo a Rulfo, Aurelio Arturo o Huidobro, con las hermanas Musía o Castaneda, el autor no deja ni por una coma de hablar consigo mismo, es decir, con todos nosotros, incluyendo a Simón Ernesto.
El ensayo es el concierto de la vida, que es el escenario de la falla, que a su vez es el eterno virtuosismo del amor.
Se nota que Juan Guillermo Soto escribe como compone. Sabe mirar, pues Santa Lucía, la patrona de los ciegos, lo protege. Pero ¿qué es mirar?
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