En 1921 Perú conmemoró el Centenario de su independencia. Rivera participó como Secretario de la delegación colombiana. Una carta dirigida a José María Eguren, poeta peruano, nos brinda pistas de su actividad diplomática, y personal, en el país hermano.
Por Rudber Eduardo Gómez
José Eustasio Rivera publicó su libro Tierra de Promisión en enero de 1921. Su actividad intelectual y literaria era ya conocida pues, además de ser abogado, participaba en tertulias bogotanas y sus poemas habían sido publicados en varias revistas, tanto nacionales como latinoamericanas. Roberto Liévano, en marzo de 1917, refería: “Para merecer, con plenitud de justicia, el reconocimiento de su propio mérito, Rivera apenas ha necesitado la publicación, con intervalos excesivos para tan corto tiempo, de algunos de los sonetos que eslabonan su poema Tierra de Promisión”[1]. En 1920, en la revista Cuba Contemporánea, Gonzalo París publicó un extenso ensayo destacando la originalidad de la obra poética riveriana: “José Eustacio Rivera es el poeta más colombiano de cuantos florecen al presente en el país (…) Ninguno, empero, tiene ese acentuado sabor de terruño que caracteriza a Rivera (…) él ha sabido penetrar más hondo en el alma del panorama colombiano”[2].
Luego de publicado Tierra de Promisión, las palabras de encumbrados críticos no se hicieron esperar. Compartimos las reseñas de tres de ellos.
Luis Eduardo Nieto Caballero:
“Se ha iniciado maravillosamente el año literario. La aparición simultánea, en el primer mes del que principia, de dos libros tan nutridos de pensamiento y tan ungidos de belleza como Tierra de Promisión y Para leer en la tarde, es un dichoso signo, que llena el alma de uno de esos entusiasmos propicios a los pronósticos más halagadores. (…) Rivera es el descriptivo prodigioso, que en catorce versos llena la retina con panoramas límites y nos sumerge en contemplaciones de una dulzura y de una profundidad extraordinarias”[3]
Juan Lozano y Lozano:
“El libro de Rivera, que en Colombia, no es una revelación, cifra muchos días de orgulloso regocijo para las letras de América. No es frecuente que surja de nuestras cloróticas juventudes un aguafuerte tan precisa como es la personalidad de este poeta. (…) Pero no quiere decir este elogio ferviente que “Tierra de Promisión” esté exenta de defectos. Obra juvenil, al cabo, no ha podido la gravedad literaria darle su mano final”[4]
Antonio Gómez Restrepo:
“Tierra de Promisión es ante todo, un libro de verdadera poesía, castellana por su lengua, nacional por su color; y está escrito en sonoros y arrogantes versos, sin claudicaciones métricas ni desfallecimientos rítmicos; todo lo cual hace a Rivera acreedor al más sincero aplauso pues significa mucho que un poeta joven y original como él de el buen uso ejemplo de escribir clara y limpiamente en su idioma y de manejar la versificación de acuerdo con exigencias imperativas del oído castellano” [5]
La buena recepción de su obra poética le causó profunda alegría a Rivera, quién decidió hacia marzo de 1921 tomar un descanso en tierras tolimenses. Viajó de cacería a inmediaciones de Purificación y estando allí se enfermó: nuevamente los dolores de cabeza y las convulsiones. La alegría se volvió tristeza para el poeta y se tornó en preocupación para sus acompañantes. Rivera fue trasladado hasta Girardot para revisión médica y posteriormente llevado a Neiva, permaneciendo convaleciente los meses de abril y mayo. Recuperado en su parte física, pero con la moral afectada, volvió a Bogotá el 2 de junio. Una semana después José Eustasio recibió una noticia alentadora. Había sido nombrado Secretario de la Legación colombiana a Perú, país que conmemoraba el centenario de su independencia.
Archivos del Congreso de Perú. Sesión de instalación del 28 de julio de 1921. Celebración de las fiestas del primer Centenario de la Independencia Nacional. Misiones especiales y Delegaciones.
Esta dignidad diplomática se dio, sin lugar a dudas, gracias a su amigo y protector don Antonio Gómez Restrepo, con quién se había conocido en 1907 cuando Rivera estudiaba en la Escuela Normal Central de Institutores. El hermano Luis Gonzaga los presentó y José Eustasio causó gran impresión en el escritor y crítico literario, quién frecuentemente escribía sobre las habilidades literarias del huilense.
El nombramiento de Rivera como Secretario de la Legación fue aceptado positivamente, en un principio, en el ambiente político e intelectual de Colombia: “…es motivo de profunda complacencia no sólo para todos los que admiramos a Rivera tanto como lo queremos sino para todo patriota, que sentirá legítimo orgullo al saber que dos cimas tan altas de la intelectualidad colombiana como Antonio Gómez Restrepo y José Eustasio Rivera serán nuestros representantes, no sólo ante el gobierno del Perú sino ante los intelectuales de ese país. En raras ocasiones había presidido un tan feliz acierto las decisiones oficiales como en éste, por lo cual el gobierno se hace acreedor al aplauso nacional”. [6]
Recepción en la Embajada de Perú en Bogotá en honor a la delegación colombiana, antes de viajar al país hermano. Sentado, segundo de izquierda a derecha: Antonio Gómez Restrepo, Embajador de Colombia.
De pie, primero de izquierda a derecha: José Eustasio Rivera.
Fuente: Mundial, Revista Semanal Ilustrada. Año 2, Nos 54-67,1921
De aquí en adelante Rivera estaría en medio de los actos protocolarios propios de la vida diplomática: reuniones, agasajos, encuentros, discursos, banquetes y bailes. El 19 de junio de 1921 don Pedro M. Oliveira, Ministro de Perú en Colombia, ofreció una cena en honor a los miembros de la embajada colombiana. Allí comenzaron las comparaciones entre la poesía de Rivera y la de José Santos Chocano, insinuando que el colombiano emulaba al peruano. El interés de Rivera era estrechar lazos con la intelectualidad del Perú a la vez que se limaban asperezas por recientes incidentes limítrofes. En todo caso el ambiente de celebración en latinoamericana por los festejos en diversas naciones de sus centenarios de independencia (Colombia y Venezuela 1910, Perú y México 1921, Ecuador 1922) era propicio para mejorar los vínculos de hermandad.
La embajada partió de Bogotá el 4 de julio y llegó al puerto de Callao el 13 de julio. En Perú se festejó con gran alborozó a la representación colombiana, especialmente por la juventud universitaria y por los intelectuales. Ya en Lima, el 16 de julio, fue recibida la legación en el domicilio del jefe de Estado, don Augusto B. Leguía Salcedo. Comenzaron las celebraciones y protocolos. Todo era regocijo para el poeta diplomático, pero el 19 de julio comenzó un viacrucis inesperado. Concedió Rivera una entrevista a Luis Alberto Sánchez, cronista de la Revista Mundial, y sus palabras, comentarios y la publicación en sí misma generaron malestar entre la intelectualidad colombiana[7]. Se acusaba al poeta de vanidoso y de denigrar a los escritores colombianos y peruanos, pasados y actuales. Conocida la entrevista en Colombia, comenzaron los ataques y réplicas a Rivera por parte de los escritores Eduardo Castillo y Manuel Antonio Bonilla. Lo que antes era beneplácito por el nombramiento del huilense, pronto se convirtió en desaprobación y rechazo.
En José Eustasio Rivera, polemista, nos dice Vicente Pérez Silva:
“Esta doble polémica ocupó la atención del público por más de cuatro meses, desde el 21 de septiembre de 1921 hasta el 8 de febrero del año siguiente (…) Rivera, todavía inexperto en materia de publicidad, leyó las afirmaciones que a él se le atribuían y dudó si debería o no hacer una rectificación. No llegó a hacerla a causa de una enfermedad que le tuvo postrado durante quince días en la Ciudad de los Virreyes (…) La motivación primordial de los ataques era, en resumidas cuentas, idéntica: Rivera, como diplomático y como poeta, no tenía derecho a inferir ofensas a sus coterráneos. El poeta necesitaba un correctivo”
Miguel Rasch Isla publicó una aclaración que el mismo Rivera le había confiado desde el Perú:
En Mundial aparece una entrevista en que se me atribuyen cosas espantosas, que no rectifico por no empeorar la situación. Tú sabes cuáles son, y si allá llegan otros ejemplares y alguien comenta contigo el asunto, hazle saber que esos reportajes no se los enseñan siquiera al reporteado, a quienes atribuyen lo que se les antoja, pues fácil es exponer uno sus opiniones bajo nombre ajeno.
Sobre esta polémica recordaría Ricardo Charria Tobar, amigo íntimo de Rivera:
No voy a detenerme en hechos tan conocidos. Sólo sé decir que Rivera consideraba – pues así me lo expresó- que en el reportaje de la revista limeña Mundial, sus palabras habían sido mal interpretadas, y algunas de ellas ni siquiera las había pronunciado.
La controversia por la entrevista dada a Mundial no aminoró la representación diplomática de Rivera. Tenía un propósito definido y lo cumpliría: establecer contactos con la intelectualidad peruana. Así, por ejemplo, asistió a la tertulia literaria ofrecida en casa del banquero Carlos Ledgard, a donde acudieron escritores como José Gálvez, Alberto Ureta, José M. Eguren, Juan B. Lavalle, Raúl Porras Barrenechea y Óscar Miró Quesada. A esta tertulia concurrió también el colombiano Fabio Lozano y Lozano, político e intelectual liberal que sería fundamental para el cese de las hostilidades en la futura guerra colombo-peruana.
La Legación colombiana terminaba sus funciones en Perú y el ministro colombiano, don Fabio Lozano Torrijos, envió un telegrama al Presidente Marco Fidel Suárez en los siguientes términos:
Embajada de Colombia en Lima 1921.
Antonio Gómez Restrepo, Embajador de Colombia, al centro.
José Eustasio Rivera, segundo de izquierda a derecha
Fuente: Foto cortesía Ligia Elena Borrero, en Revista Elmalpensante No 159. Diciembre 2014
“Lima, agosto 16 de 1921. Presidente Suárez. Bogotá. Mañana sale embajada. Deja magnífica impresión. Cumplo deber informarle Rivera paréceme por sus actos aquí apropiado para servicio diplomático donde serviría brillantemente al país. Lozano.”
José Eustasio Rivera y José María Eguren
José María Eguren (7 de julio de 1874 – 19 de abril de 1942) fue un gran intelectual peruano: poeta, pintor, inventor y fotógrafo. José Carlos Mariátegui dijo: “Eguren representa, en nuestra historia literaria, la poesía pura porque su poesía no tiene máculas ideológicas, morales, religiosas o costumbristas e ignora lo erótico y lo civil”. Nacido en Lima, es considerado al lado de César Vallejo y de Martín Adán como una de las voces más representativas de la poesía peruana del siglo XX.
Único representante del simbolismo en tierras incas, publicó, entre otros, Simbólicas (1911), La Canción de las figuras (1916), Poesía (1926) y Acuarelas de Eguren (1920-1930). Vestía siempre de negro, lo caracterizaba su ensimismamiento y la fragilidad de su salud.
Es posible que la tertulia literaria en casa del banquero Ledgard, en las celebraciones centenarias, fuera el comienzo de la amistad entre los poetas Rivera y Eguren. Una carta enviada desde Bogotá por José Eustasio Rivera a José María Eguren el 1 de febrero de 1922[8] confirma la fraterna relación que mantuvieron. Reproducimos la carta en mención:
Bogotá, febrero 1 de 1922
Señor D.
José María Eguren
Barranco
Mi querido poeta:
Por si no hubiera recibido mi postal de año nuevo, le reitero en esta carta mis votos por su bienestar en este nuevo año y por una próspera cosecha lírica.
En mis manos están el número de Studium y los folletos que se sirvió remitirme, los cuales le agradezco en el alma. Leeré con atención el contenido de ellos, como lo hice con su bella poesía intitulada Cuarta Noche, que haré reproducir próximamente, para solaz de los lectores de Colombia. Yo le he remitido algunos periódicos, y ahora le envío unos versos de última data. El soneto ADIOS fue compuesto bajo la influencia de unos lindos ojos limeños, durante la inolvidable est(a)día de la Embajada en el fascinante Perú.
A Ud. y demás intelectuales que me honraron con su amistad en aquella temporada feliz, los recuerdo con especial cariño y para todos envío un cordial abrazo, que es fraternal para Ud.
José Eustasio Rivera.
Rivera regresó a Bogotá el 24 de noviembre de 1921, dando fin a su primera experiencia diplomática como Secretario de la Legación colombiana que participó de las celebraciones centenarias de Perú y México. Decidió luego ir a Neiva, su ciudad natal, y pasar una temporada con su familia. Al volver a la capital colombiana, Rivera se ocupó de sus asuntos literarios y profesionales. El año 1922 comenzó con agitación política en Colombia: a la renuncia del presidente Marco Fidel Suárez (reemplazado por el también conservador Jorge Holguín) se sumó la contienda electoral para elegir Jefe de Estado.
En medio de este panorama personal y social, Rivera escribió al poeta Eguren. Se deduce que habían intercambiado cartas y materiales literarios, y que entre los dos existía una fraternal amistad. Dos son los elementos a destacar en el cuerpo de la misiva: el envío por parte de Eguren a Rivera de un “número de Studium” y del poema Cuarta Noche, y el envío de Rivera a Eguren de “unos versos de última data”, haciendo referencia al soneto Adiós.
Carta de José Eustasio Rivera a José María Eguren. 1 de febrero de 1922
La revista Studium fue una publicación mensual de la Federación de Estudiantes del Perú, apoyada por la Universidad de San Marcos, aparecida entre 1919 y 1921. El número al que probablemente hace referencia la carta es el correspondiente a los meses de agosto-septiembre de 1921 (Tomo IV, año II, No 12), dedicado al Centenario de la Independencia Nacional.
En dicho número aparecieron referencias de la participación de José Eustasio Rivera como diplomático en las fiestas centenarias. En la Revista se hace mención de dos agasajos en honor a intelectuales, entre los que estaba Rivera. Una reunión se efectúo en el café-bar Palais Concert (intersección del Jirón de la Unión y de la Avenida Emancipación) y otra en la redacción de Studium (Calle de Sagástegui 645).
En la página 135 de Studium se informa:
Sobre la recepción en Studium, en la página 245 se menciona que:
La carta y las referencias en la revista Studium confirman la importancia y relevancia que José Eustasio Rivera tenía entre los jóvenes universitarios de Perú.
En cuanto al poema Cuarta Noche de Eguren no podemos confirmar si Rivera cumplió su promesa de hacerlo “reproducir próximamente, para solaz de los lectores de Colombia”, pero compartimos la publicación que se hiciera en la revista Studium de julio de 1921:
El otro elemento a destacar en la carta de Rivera es su mención al motivo de creación del soneto Adiós. El poema, que no hace parte de Tierra de Promisión, es un canto melancólico ante la inevitabilidad de la despedida. Dice el poeta que Adiós “fue compuesto bajo la influencia de unos lindos ojos limeños, durante la inolvidable est(a)día de la Embajada en el fascinante Perú”. Esta declaración parece confirmar una alusión que sobre un idilio amoroso en Lima hace Eduardo Neale-Silva en Horizonte Humano:
“Al día siguiente, después de unas breves horas de descanso, volvió Rivera a sus obligaciones y a su actitud protocolar, asistiendo a ceremonias oficiales, tertulias y saraos en calidad de huésped de honor. En una de estas fiestas conoció a una distinguida joven con quien hubo de encontrarse luego en casi todas las demás recepciones. Hubo quienes vieron en estas coincidencias el comienzo de un idilio, pero, al darse cuenta el poeta de que las cosas iban tomando un cariz serio, mostróse esquivo y buscó la compañía de gente de confianza, inventando excusas para salir del aprieto. Esa fue la reacción defensiva de un hombre poco dado a deliquios amorosos, que no se dejaba llevar de atenciones o halagos femeninos cuando le parecía ver en ellos un “atentado” contra su independencia y libertad de acción”
Existe, sin embargo, otra versión acerca de la génesis de Adiós, dada por Ricardo Charria Tobar, el amigo predilecto de Rivera. Charria Tobar en José Eustasio Rivera en la intimidad [9] afirma que el soneto Adiós fue compuesto para “Mary”, prima del poeta Alberto Ángel Montoya, quién al llegar de Londres causó grata impresión en Rivera, comenzando así un galanteo amoroso que no llegó a término pues el poeta tenía que salir hacia Perú en misión diplomática. Así entonces, la versión de Charria Tobar sobre el origen de Adiós lo ubica hacia finales de 1920 y comienzos de 1921, y la versión de Rivera hacia finales de 1921 y comienzos de 1922.
Retomamos las palabras de Charria Tobar en el mismo libro para “dirimir” la situación:
“(…) no sobra advertir que los poetas van viviendo diversos estados emocionales, que al traducirlos a la realidad del verso, acomodan a veces a la situación que los rodea en el momento de la creación. De ahí que sea harto difícil precisar la génesis de los sonetos de Rivera. ¿Más, si no le creemos a él, a quién hemos de creerle?”
Concluimos este artículo imaginando la voz de José María Eguren leyendo Adiós de José Eustasio Rivera:
ADIÓS
Todo en nosotros muere con esta despedida;
los dos desde este instante cambiaremos también…
sombra serás mañana por mí desconocida,
distinto seré entonces del que tus ojos ven.
El viento que hoy deshoja la rama florecida,
luego de los retoños alegrará el vaivén.
Se estrechan nuestras manos antes de la partida,
bien pronto a extraños seres les brindarán sostén.
¡Adiós! Cruenta palabra que invento la tristeza,
eco de lo que acaba, grito de lo que empieza,
súplica de los ojos que no quieren llorar…
Me abrazas y vibramos en un solo gemido,
tú por la angustia efímera del recuerdo querido,
¡yo, por la certidumbre de que voy a olvidar!
Fuentes bibliográficas
1. Eduardo Neale- Silva. Horizonte Humano. Vida de José Eustasio Rivera. Fondo de Cultura Económica. México, 1960.
2. Guillermo Martínez González. La polémica interminable: Selección de textos sobre Tierra de Promisión de José Eustasio Rivera. Gobernación del Huila, Neiva, 2010.
3. Ricardo Charria Tobar. José Eustasio Rivera en la intimidad. Ediciones Tercer Mundo, 1963
4. Revista Studium. Archivo y repositorio.
5. Archivo histórico Riva Agüero. Instituto Riva Agüero. Lima-Perú.
Citas
[1] Liévano, Roberto. José Eustasio Rivera. Revista Cromos. Bogotá, Vol. III, No 56, marzo de 1917.
[2] Paris, Gonzalo. José Eustacio Rivera, poeta colombiano. Revista Cuba Contemporánea. La Habana, tomo XIV, Núm. 96, diciembre de 1920.
[3] Nieto Caballero, Luis Eduardo. El Espectador, 29 de enero de 1921.
[4] Lozano y Lozano, Juan. Revista Universidad. Bogotá, febrero 1 de 1921.
[5] Gómez Restrepo, Antonio. José Eustasio Restrepo. El Nuevo Tiempo, Bogotá, febrero 13 de 1921.
[6] J.E.R., secretario de la embajada al Perú, El Tiempo, junio 9, 1921. En: Eduardo Neale- Silva. Horizonte Humano. Vida de José Eustasio Rivera. Fondo de Cultura Económica. México, 1960.
[7] Para conocer de manera detallada este capítulo remitirse al libro de Vicente Pérez Silva, José Eustasio Rivera, polemista, del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1989.
[8] Carta remitida por el escritor colombiano José Eustasio Rivera a José María Eguren, suministrada por el Archivo Histórico Riva Agüero de Perú, por solicitud del articulista Rudber Eduardo Gómez.
[9] Venía de Londres y se llamaba Mary. En José Eustasio Rivera en la intimidad. Ricardo Charria Tobar. Ediciones Tercer Mundo, 1963.