En la madrugada de este marte 19 de marzo se despidió de este plano Eduardo Escobar, poeta, periodista y escritor, cofundador del movimiento literario nadaísta en 1958 junto a Gonzalo Arango, Amílcar Osorio y Alberto Escobar Ángel, entre otros.

La Corporación Otra Parte en su web reseña como parte de la trayectoria del poeta Eduardo Escobar, su formación en el Seminario de Misiones de Yarumal y la participación como columnista en el diario El Tiempo, donde obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar; el periódico El Espectador y diversas revistas colombianas como Cambio y SoHo.

Su creación literaria suma importantes libros, entre ellos, ´Invención de la uva´ (1966), ´Monólogo de Noé´ (1967), ´Segunda persona´ (1969), ´Del embrión a la embriaguez´ (1969), «Cuac» (1970), ´Buenos días noche´ (1973), ´Manifiestos del Nadaísmo´ (1993), ´Las rosas de Damasco´(2001), ´Fuga canónica´ (2002), ´Prosa incompleta´ (2003) y ´Poemas ilustrados´ (2007).

 

Su prosa

A manera de presentación, Escobar dijo sobre sí mismo:

No sólo de poesía vive el hombre y menos en Colombia traficando con libros narcóticos. Para sacudir la inopia, como tantos otros antiguos y modernos poetas o simples mortales, recurrí a mil oficios ramplones y actividades prosaicas: fui auxiliar de contabilidad en una pesadilla, patinador de banco todo un junio, mensajero sin bicicleta en una oficina de bienes raíces mientras leí «Teoría del desarraigo», fabriqué bolsas de polietileno, joyeros de cartón y terciopelo, fui almacenista, leí a Joyce en una bodega, me desempeñé también como anticuario ambulante, como vendedor de muñecas de Navidad fuera de temporada, de diarios y semanarios y mensuarios a la entrada de una clínica de lujo. Artesano de baratijas de cobre. Armador de faroles para barco. Promotor de rifas clandestinas sin premio, por el apremio. Ayudante de cocina por el arroz con chipichipi. Pastor de aves de corral. Maestro sablista del sutil abordaje. Cantinero. Escritor de nimiedades para revistas intrascendentes. Crítico de arte mercenario. Hasta campanero fui de una pandilla de marihuanos. Así aprendí a odiar el trabajo sudando petróleo.

 

La flecha inmóvil

Desde estas alturas de mi vida,

con terror explicable,

cargado de memorias marchitas,

imágenes de amigos muertos,

asuntos que se han ido olvidando pero que siguen ahí,

pudriéndose en alguna parte adentro

Lleno de ecos,

de añoranzas de noches gloriosas,

y de ruidos de pequeñas hazañas

y de canciones recordadas a medias, en harapos,

me parece escuchar detrás de mí,

los grillos de los caminos que debí seguir,

el trajín del camino que no tomé,

el rumor de otros ocios,

el estruendo de otros oficios afamados,

y el alboroto de las flautas

de unas fiestas de las que estuve ausente

Podría ver, delante de mí, si me volviera, ahora,

lejos y extraño, aquel que rehusé ser hace tiempos,

de quien me separaron el azar, o la desconfianza,

si volviera ahora el rostro de ahora

Si diera la vuelta, vería la otra cara de mi vida,

las sendas que dejé vírgenes, las vías de otros sueños

y de otros propósitos: pero no puedo demorarme,

ni siquiera para contemplar

el fulgor apagado de aquellas cosas a las que renuncié

por necesidad, capricho o desdén, o por simple descuido

Es demasiado tarde

Queda poco tiempo para la nostalgia

Para esos lujos masoquistas

Para esos vanos ejercicios del corazón

A tientas, en estas costumbres que hice mías,

que ya son como mis vestidos y son como mis máscaras,

bajo el cielo incógnito como una burla,

en estas cumbres yermas,

sin una estrella o una flor en el horizonte

en descomposición,

podría ver, si me volviera, allá, donde jamás iré,

otros interiores, otras penumbras,

otros jardines de perfumes igual de rutinarios,

y otras fuentes soporíferas,

y el resplandor a medio fuego de las otras vidas

que me negué a vivir,

las de mis yoes no gozados

Oigo en mí el ladrido cariñoso de sus perros guardianes

Los gorgoritos burlones de sus loros en las estacas

Podría ver, si así quisiera, solo tendría que volverme,

los campanarios de otra risa

los adoratorios de otros dioses distintos de los míos

y unas tabernas y el trepidar de una industrias de males

y de bienes,

y otras calles ardientes que jamás pisaré

y los hijos robustos que no tuve

o que me arrancaron con embrujos

o me fueron dejando solo

o que yo abandoné por fastidio

Detrás de mí presiento ahora la presencia activa de los caminos

que dejé de lado en una intersección sin referencia, otra

plenitud del ser que no es la mía, que jamás será mía, pero que

me pertenece de un modo oblicuo y misterioso

Pero los arrepentimientos son una pérdida de tiempo,

a estas alturas,

en el desorden de esta otra forma del mundo que elegí

o adonde mi destino me trajo

No nos queda más remedio, querida sombra,

que seguir andando, por estos atajos de perdidos,

detrás de una verdad oscura e improbable del mundo

Regresar sería fatal para los dos

Sin nada confiable, más que las alegres tinieblas

y este impalpable no saber,

insaboro e impuro,

que se ha convertido en nuestro tesoro

Olvidemos lo otro, los afectos renunciados,

las certezas abolidas,

as satisfacciones intocadas que no tuvieron apariencia para

nosotros

Y sigamos andando mientras anochece

Tal vez al final del extravío alguien aún espera.

 

Yo hice mi guerra

Yo hice mi guerra contra el volcán

mi guerra contra el mar

contra el invierno

contra la necesidad

contra el utensilio.

Yo hice mi guerra huyendo

mi guerra enfrentando

desesperando

mi guerra en el Ártico

en el Antártico

en la China.

Yo hice mi guerra en la Sierra Maestra

en la Sierra Nevada

en la Sierra Madre

en la explanada

hice mi guerra de cien años

de mil días

mi guerra relámpago

mi guerra de un millón de muertos

de dos millones de muertos

de tres millones.

Yo hice mi guerra con mis zapatos

con mis garras

con mis escobas

hice mi guerra de verdad

mi guerra con odio

hice mi guerra en España

mi guerra contra el zar

mi guerra azarosa

ahumada

descarnada

mi genocidio.

Yo hice mi guerra con mi bigote

con mi caballo

con amor

con ametralladora

al amanecer

contra los judíos

hice mi guerra contra los infieles

contra los invasores

contra los brujos

contra los negros

contra los indios.

Yo hice mi guerra en mi ventana

en el automóvil

en la cantina

en el campo

mañana

por la mañana

hice mi guerra en el Bajo Cauca

y en el río Cauca

y en Arauca

hice mi guerra como fusilero

como panadero

como estafeta y

marino

Yo hice mi guerra en los establos

contra las moscas

contra los comunistas

contra los imperialistas

contra los cristianos

hice mi guerra por desconfianza

por amargura

por pobreza

por terror

la hice porque no tenía

más que hacer

porque no me daban trabajo

porque me pagaban mal mi trabajo

porque pasaba hambre

la hice porque no comía

hasta indigestarme

la hice por despistarme

por herirme

por eliminarme

porque sí y no

por defenderme

la hice porque no me la dejaban

hacer.

yo hice mi guerra

hice mi guerra

mi guerra

guerra

pero no todas eran inútiles

y no todas las había de perder.

Yo hice mil guerras.

 

Con información de Magazín Cultural El Espectador y Corporación Otra Parte