La carta, dirigida al General payanés Luis Enrique Bonilla Figueroa, es la primera manuscrita que se conoce del poeta huilense.

 

Por Rudber Eduardo Gómez

Su caligrafía es inconfundible. Esa caligrafía propia de alguien minucioso y perfeccionista, aunque, curiosamente, nunca alcanzara un 5.0 en dicha asignatura mientras estudió en la Escuela Normal Central de Institutores en Bogotá (1906-1909). Allí está su firma: José Eustasio Rivera, con una R que luego perfeccionaría cuando, ya de adulto y escritor consagrado, firmara y dedicara su obra cumbre: La Vorágine.
La carta fue escrita por José Eustasio cuando tenía 21 años. Se encontraba en la ciudad de Ibagué, trabajando como Inspector Escolar en las instalaciones de la Gobernación del Tolima, un edificio que ya no existe, por esos asuntos de la modernización urbana, y del cual no hay, siquiera, registro fotográfico. La fecha: Octubre 1º de 1909. El destinatario: El General Luis Enrique Bonilla.

El General Bonilla Figueroa, payanés, era un veterano de la Guerra de los Mil Días, de estirpe conservadora. Antes de la guerra se había graduado de Derecho, fue profesor de la Universidad del Cauca, Juez de circuito y Magistrado del Tribunal Superior; durante la guerra fue el comandante de los conservadores “Históricos”; finalizada la guerra ejerció como rector de la Universidad del Cauca, dos veces gobernador de su departamento, cónsul de Colombia en New York y ministro Plenipotenciario en Berlín. Murió en 1924. Al momento de recibir la epístola contaba con 52 años y ejercía como Ministro de Guerra del Presidente Ramón González Valencia, quien había sucedido en el cargo a Rafael Reyes.

Pero, ¿para qué y por qué el joven José Eustasio le escribía una carta al Ministro de Guerra del momento?

El asunto de la carta era sencillo: estaba solicitándole ayuda para conseguir empleo en Bogotá. Se atrevió a hacerlo porque ya su padre, el señor Eustasio Rivera, había dirigido una misiva al General Bonilla el día 31 de agosto del mismo año, presentándole a su hijo, con la misma intención. Es necesario recordar que los hermanos de Don Eustasio, los tíos de José Eustasio, Pedro, Olegario y Toribio, eran también generales de la República, de filiación conservadora, y por lo tanto conocidos del General Bonilla.

Cuando Rivera terminó sus estudios en la Escuela Normal Central de Institutores, nos dice Eduardo Neale-Silva, “empezó a ver cada vez más anubarrado el horizonte de sus esperanzas. Por otra parte, su situación financiera no tenía nada de halagadora. Ahí estaba con su flamante título y ansias de trabajar, pero sin más esperanzas que las de ir a engrosar las filas del magisterio en algún olvidado villorrio del interior ¡Qué mala suerte la suya!” (Horizonte humano, 1960). La propuesta de ir a trabajar a Ibagué llegó por medio de otro General, el Sr Leonidas Cárdenas, Secretario de Educación del Tolima. Rivera aceptó, empacó valijas y partió a la Villa del Combeima en septiembre de 1909.

La carta enviada por Eustasio Rivera al General Bonilla no surtió efecto y José Eustasio debió aceptar el trabajo de Inspector Escolar. Si bien Ibagué fue un nuevo empezar para el poeta y sus hermosas tierras trajeron inspiración literaria y alegría, otro asunto era su labor en el campo pedagógico. Tenía poco entusiasmo y no veía fecunda su labor en la enseñanza, un sistema enmarañado por la burocracia y la acción eclesial.

Un mes después de que su padre escribiera la carta al General Bonilla, Rivera hijo hacía lo mismo. “Irme inmediatamente”, le expresaba. Desconocemos si hubo respuesta escrita por parte del Ministro. En todo caso, José Eustasio permaneció en Ibagué hasta fines de 1911. Meses antes había renunciado a su trabajo como Inspector Escolar y comenzado labores en la Gobernación del Tolima.

A inicios de 1912 Rivera volvió a Bogotá. Obtuvo un empleo en el Ministerio de Gobierno. Pronto iniciaría su carrera en leyes. Volvía a sonreír.

*Las cartas dirigidas al General Luis Enrique Bonilla, una de Eustasio Rivera y otra de José Eustasio Rivera, son referidas por el docente Rudber Eduardo Gómez, bibliófilo y propietario de la Colección Rivera de la librería Papyrus Libros, quien tuvo acceso a ellas. Hacen parte del archivo personal de un coleccionista privado.