Ernesto nació en Rosario, Argentina, cuando acababa la tercera década del siglo XX. En la memoria del mundo se lo puede ver caminar con sus botas, boina, habano y un traje compuesto por pantalón y camisa manga larga. La barba le dibuja la forma inferior del rostro y demarca el área de la boca. La escena es completamente a blanco y negro.

Al Ché las balas que le quitaron la vida lo hicieron leyenda, pero las ideas lo hicieron inmortal y diverso. Su rostro ha sido llevado por grupos guerrilleros de Latinoamérica y el mundo como estandarte en sus batallas y consigna en sus ideales. Su cerebro se encuentra esparcido por los continentes en procesos civiles, estudiantiles, barriales, académicos y todos aquellos donde la humanidad es el gran propósito.

Fabio Andrés Polo Torres lo miró a los ojos cuando tenía nueve años a través del rostro que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dibujaban en las paredes del caserío de Balsillas en el departamento de Caquetá, sur de Colombia. La dinámica de la guerra se lo presentó como un guerrillero argentino.

“No me cuestionaba, para mí era otro líder guerrillero pintado al lado de Jacobo Arenas, Raúl Reyes, y demás hombres que fueron altos mandos en las FARC”, recuerda el joven estudiante de Licenciatura en Educación Artística y Cultural de la Universidad Surcolombiana en la capital huilense.

Con la imagen del hombre de boina y el recuerdo de tiempos afables donde los “soldados revolucionarios” dejaban de lado el fusil para disputar un partido de fútbol con los chicos del poblado, Polo se alejó del paisaje y las trochas para conquistar junto a su madre y hermano la urbe asfaltada. Las exigencias económicas de la guerrilla a su abuelo y el inminente reclutamiento de su hermano mayor por parte del grupo, los obligaron a dejar la finca, el ganado y sus vínculos.

Era el año 2002, las Torres Gemelas habían caído un año atrás en Estados Unidos y las FARC empezaba a ser denominadas grupo terrorista. Aun así, Polo Torres es enfático al decir que nunca observó tal concepción en ese grupo guerrillero. Para él, las dinámicas han sido propias de una guerra que debe acabar.


Mural del Ché hasta 2014 en Universidad Surcolombiana

 

Desde hace 20 años, el Ché observa hacia el futuro y recibe a los estudiantes de la Universidad Surcolombiana, atento desde la pared contigua a las ágoras de ese centro de educación superior. Su legado hace parte de “la identidad de los surcolombianos” que junto a la presencia de Camilo Torres Restrepo, Olga Tonny Vidales y Jaime Garzón “forjan las bases del libre pensamiento”, enfatiza María Cristina Repizo, coordinadora del área de Extensión Cultural de esa universidad.

De eso puede dar fe Fabio Andrés, el niño del campo que se hizo joven en la ciudad y logró entender que aquella imagen afamada del guerrillero era sobre todo la del médico, el sociólogo y humanista de América Latina. Tres carteles y camisetas pertenecientes a su tío –miembro del Ministerio de Defensa-, junto a las historias que le narraba su abuelo, saciaron su curiosidad por el “comandante” y lo llevaron a sus ideales:

“Entiendo que el Ché Guevara la embarró en ciertas cosas. A veces era un tanto narcisista y tomaba decisiones que no eran las más acertadas. Pero de una u otra forma si uno encamina bien sus ideales, se puede llegar a un feliz término”.

La vena artística que lo acercó al contexto universitario, la movilización estudiantil y la reivindicación de ideales humanistas, poco a poco lo pusieron nuevamente frente a los ojos del Ché, esta vez con una visión caleidoscópica de lo que significa para la sociedad latina su legado: la humanidad.

“Me acuerdo que vine en el 2011 durante el proceso de movilización de la reforma a la educación superior, y observando los murales vi al Ché Guevara en la pared diagonal a las ágoras. Cuando volví en 2014 a la universidad como estudiante me percaté que lo habían borrado. Entonces inicié una especie de estudio para averiguar por qué lo habían quitado. Profesores comentaban que “la administración quiso borrarlo porque era un mural muy feo”, cuenta Fabio Andrés Polo.

La pared estuvo “muda” por un tiempo hasta que Polo, con la imagen del Ché en la memoria construida desde la niñez y su espíritu de artista, quiso pintarlo de nuevo.


Fabio Andrés Polo durante el proceso de creación de mural Ché — Fotografía: Daniela Quesada

 

Diversas franjas de colores dan forma al rostro del médico argentino y posterior idealista de la revolución cubana. El concepto artístico del mural dista mucho del clásico Ché dibujado en la Universidad Nacional de Colombia, y que en otros años ocupó el espacio de la Universidad Surcolombiana. Definir el diseño le significó a Fabio Andrés Polo acercarse al concepto de Arte Pop (Pop Art) de la mano de Donald Gualy, maestro de Artes Plásticas y para entonces (2015) profesor de la Licenciatura en Educación Artística y Cultural de la misma institución

“En términos plásticos los colores son como si ingresara ideas independientes para construir una imagen iconográfica”, explica el profesor Gualy.

En palabras del joven pintor y estudiante, la técnica del mural permite crear el concepto de que todos tenemos pensamientos distintos pero un fin en común: la igualdad.

Así como diversos son los colores lo son también las apreciaciones y comentarios que se han desatado en una universidad que reúne a más de 6 mil estudiantes en su sede central. Algunos consideran que el mural tiene un concepto gay a favor de la diversidad sexual –amplio y coyuntural debate de género que ha tenido lugar en Colombia-, otros definen la obra como innovadora, diferente, moderna. En general “han sido críticas muy favorables”, considera el creador de la obra.

Junto al Colectivo Garrapiños –formado en el año 2016 e integrado por estudiantes de Licenciatura en Educación Artística y Cultural- Polo actualmente se encuentra consensuando el fondo que acompañará el rostro del Ché, para darle los toques finales:

“Unos dicen que sea la bandera de Cuba, otros de Argentina, otros que la colombiana. Algunos proponen el mapa de Latinoamérica en sentido inverso –que la Patagonia quede al norte y Alaska al sur-”.

Mientras se define el relieve del mural de Ernesto en la USCO, por la mente de Polo transitan las imágenes de su pueblo natal -balsillas (Caquetá)-. Las escenas se mezclan entre montañas, tonos verdes encendidos, guerrilleros y el ya mítico rostro del revolucionario argentino que triunfo en Cuba y murió en Bolivia después de decir sus últimas palabras: “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”. Una frase significativa para Fabio Andrés Polo, un artista que le apuesta a la pertinencia de líderes como Ernesto para conseguir la paz en Colombia.