En días álgidos en que calles y ríos se tiñen de sangre de jóvenes y ciudadanos que reclaman cambios para un mejor vivir, los colores van por cuenta de procesos artísticos conscientes como Hilando Desobediencia. Su rastro en la ciudad es una denuncia constante que hace pedagogía.

Uno a uno, camisetas, blusas, ponchos van rotando como lienzo sobre la mesa itinerante de Hilando Desobediencia. La silueta de mensajes que han creado con silografía y serigrafía,  desde 2018, forman un collage de palabras y símbolos en la superficie de madera que este colectivo juvenil ha traído hasta el puente de La Resistencia (Tizón), Neiva (Huila – Colombia).

La tinta se agota todos los días mientras las manos van una y otra vez deslizando los colores sobre la plantilla que da vida a un mensaje contundente, directo y desobediente. De pronto, en medio de la plazoleta el mensaje se vuelve tendencia en carteles y cuerpos vividos que danzan en el pogo y atizan el fogón de la olla comunitaria.

“Hilando Desobediencia es un proceso que surge en 2018 sin tener un nombre o una identidad que se reconociera de manera pública en sus acciones”, explica uno de los artistas que ha ´sudado la gota´ cumpliendo el deseo de los que se acercan a obtener un estampado. La satisfacción es notoria en el equipo de la apuesta autogestionada.

“A raíz del fortalecimiento de la silografia, serigrafía, la encuadernación y el bordado se empieza a consolidar el proceso; en la medida de que la ideas se van haciendo más contundentes al llevarlas a lo material.  Estas habilidades de carácter artesanal responden a unas prácticas históricas que de una u otra manera han sido contestatarias y respondido de manera directa sobre las formas, los tipos y las prácticas de opresión, represión, cosificación, coerción y coacción del Estado, por sus formas de implementar e imponer los monopolios de la fuerza, lo económico, lo normativo”, afirma.

La iniciativa se ha puesto en la tarea de realizar denuncias de carácter público, al señalar lo que denominan el asedio del Estado a través de una violencia de carácter estructural, psicológica y discursiva: “un discurso que se identifica desde la derecha, el paramilitarismo, el narcotráfico e incluso desde la ultraderecha organizada internacionalmente”, precisa el joven artista.

Los lienzos recorren las calles, se impregnan en superficies y consciencias. Y es que Hilando desobediencia es uno de esos procesos artísticos que se ha tomado las calles de Colombia con cultura en el marco del paro nacional. No han querido ser ajenos a lo que sucede y todos los días un lienzo denuncia el ataque desmedido de las fuerzas armadas, el drama de los asesinados y desaparecidos. Es una voz colorida que estudiantes, campesinos, mujeres, sindicalistas, profesores, firmantes de paz y gestores culturales han apropiado para alterarlo todo.

 

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