Hay quienes creen que subir en bicicleta es los más osado que se puede hacer en Cerro Neiva, pero no, lo más berraco es quedarse allá más de 50 años y producir uno de los mejores cafés del mundo.
Por: Serafin Marquin Gaviria
@serafiniano
Cocina Fina Santa Lucía, Cerro Neiva
A 1700 metros sobre el nivel del mar todavía no están las antenas repetidoras que desde la distancia se ven sobre la cúspide azul de Cerro Neiva, a 2,445 metros. A esa altura hay frijol, arveja, yuca, maíz, cilantro, habichuelas, cebolla cabezona, tómate y sobre todo café. También una olleta que humea en la hornilla de la cocina de barro y una historia familiar llena de esfuerzo.
Argemira Torres y Salomón Sánchez Camargo q.e.p.d conquistaron la montaña hace más de cinco décadas. En el predio que hoy es la finca Santa Lucía, vereda la Lindosa (Neiva – Huila), su amor germinó doce veces (siete hombres y cinco mujeres), pero también el tesón cafetero. Ese deseo de producir una buena taza de café.
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A punta de papa, arroz, carne, sardinas, ensalada, huevos, arepas, caldo, chocolate, sopa de cuchuco, sancocho, espagueti y yuca, la familia Sánchez Torres fue haciendo de la tierra su vocación. En esos tiempos, recuerda la señora Argemira, la dinámica para expandir los cafetales iniciaba con la búsqueda de la chapola (plántula de café) en el suelo debajo de los árboles, después de que algunas pepas se desprendían de las ramas y germinarán. La maratón de siembra en hilera no paraba mientras lloviera ´a chuzo´.
Semillero de Café Cerro Neiva
Pero, ¡ay de que no lloviera!, “¡ay papito Dios, que llueva porque yo sembré maíz y café! Y si no llueve se pierde todo”, expresa la mujer de ojos brillosos y cabello ondulado, casi como el bosque que se ve adjunto al cafetal. Y es que como ella dice, “el campo es difícil”, aun así, tiene esa preocupación innata de los trabajadores del campo: “sin el campesino no hay comida en las ciudades”. Por eso mientras irónicamente unos hacen fuerza en la ciudad más caliente del sur de Colombia para que no llueva, porque arruinan su peinado o se mojan el uniforme de oficina, en la montaña que ven por la ventana todas las mañanas, hay mujeres como Argemira que celebran todo un ritual cuando esto sucede.
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Tres años tuvieron que esperar después de la siembra para recoger las primeras cargas, que a lomo de bestias (mulas) fueron sacando en hilera por el empinado paisaje. Las mismas trochas que sus 12 hijos fueron conquistando para ir a la escuela: “se iban a las seis y media de la mañana corriendo por el camino de herradura. Al mediodía venían almorzaban y se devolvían, y a las 5 regresaban nuevamente”, cuenta Torres.
Hijos y nietos de la familia Sánchez Torres reunidos en 2015
´De recreo´ los niños y niñas Torres Sánchez establecían cadenas para traer ollas llenas de agua y de esta manera superar la carencia en la Santa Lucía. Ya jóvenes, se fueron sumando con más responsabilidades a las cuadrillas de trabajadores que todos los días se esparcían por la falda de la montaña ejerciendo labores del campo. Fueron tiempos álgidos en los que la señora Argemira cocinaba desde primeras horas del día, los jornaleros tomaban tinto en las frías plantaciones junto a su esposo Salomón, y veía levantar los cimentos de la amplia casa que hoy resiste al tiempo en la ladera.
Y aunque muchas veces sufrieron cuando se les rodaba una bestia cargada de café por el precipicio de los caminos, y la roya hacía del café su vividero, desistir nunca fue la alternativa, más cuando recibían elogios de la Federación Nacional de cafeteros (donde siempre vendieron su café) por las características de la taza. El lío es que, en ese entonces, nunca les explicaron que implicaba eso y cómo tenían que potenciar estas características para trascender las fronteras del país y sobre todo la de las necesidades en las que suelen estar los que cultivan en estas tierras.
<<”Salomón Sánchez Camargo tiene café tipo exportación”, le decían a él hace más de 20 años. No le pusimos cuidado y era que no explicaban a la gente. El que trabaja en una oficina tiene que explicar. Nos daban un kit escolar todos los años por ser socio de la cooperativa y cuando él se enfermaba un subsidio de 200 mil pesos. Después salió eso de los premios, y él me decía “mija yo quiero ir a Estados Unidos”, recuerda y la nostalgia le enlaguna los ojos.
Reconocimiento a mejor café del Huila obtenido por la finca Santa Lucía en 2015
Pero la Santa Lucía no se quedaría sin su reconocimiento por la entrega de la familia al café. En el año 2015 la señora Argemira recibió el reconocimiento de mejor café del Huila en la Quinta Feria de Café Huila con una calificación de 88.46 entre 157 microlotes del grano que participaron. Y cumpliendo el sueño de su esposo voló hasta Atlanta Estados Unidos como invitada a la Feria Internacional de Café de la Asociación de Cafés Especiales de América.
Se pensaría que volar, como desde siempre lo hicieron las aves sobre el cafetal, le sacaría más carcajadas que lágrimas a la mujer cafetera. Pero es que pensar en el viejo, el que la hizo parte esencial de su equipo, porque entendió desde los primeros años que la mujer es una coequipera fundamental para seguir la ruta al éxito, la pone sensible y le provoca eso que ni la humeante hornilla logra: sacarle brillo a sus ojos.
“Por el reconocimiento yo le doy gracias a Dios. Primero me dio tristeza porque mi esposo estaba tratando de ganarse un premio y me lo gané yo. Pero me dio alegría porque eso se venía trabajando hace años, porque mi familia y yo representamos el mismo café, el que hemos sembrado”, dice enfáticamente mientras al fondo la urbe se dibuja a los pies del imponente Cerro Neiva.
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Cuando el tinto de la finca Santa Lucía es vertido en una taza de porcelana, una estela de vapor arroja al aire una serie de aromas tropicales, aromáticas y olor a madera. En adelante, sorbo a sorbo, se puede sentir el dulce sabor a panela, el ácido de los cítricos y notas de moras silvestres.
Al fondo la zona urbana de Neiva vista desde cerro Neiva, vereda la Lindosa
Toda una experiencia alucinante venida de cafetales variedad Colombia y Castilla que con los años la familia Sánchez Torres ha tecnificado, dando mayor protagonismo a los abonos orgánicos. La cosecha es un proceso cíclico que inicia a finales de los meses de abril y mayo cuando los recolectores se concentran en recoger solo las pepas rojas y amarillas, que dos días después del descerezado, ya fermentadas, son lavadas y secadas durante cinco días, para finalmente zarandear, poner a lomo de mula y darle al mundo los frutos más especiales. “Lo mejor de nuestro trabajo y nuestra humanidad en una taza de café tipo exportación”, explica Víctor Alfonso Sánchez, uno de los hijos menores de la familia.
Hoy, en la finca Santa Lucía, no llueve como antes, el don ha quedado en las fotografías y la memoria de la familia, los hijos ya crecidos, en su mayoría, han dejado la cordillera. Hay nostalgia en las palabras y expresiones de la señora Argemira, pero sobre todo silencios repletos de felicidad por los emprendimientos alcanzados, y los que están en curso junto a sus hijos, con algunos de los cuales hace unos años decidieron condensar la esencia de la finca y el paisaje en un café procesado tipo exportación que lleva por nombre Café Cerro Neiva.
Los datos*
- En el departamento del Huila 83.000 familias derivan su sustento del cultivo de café que siembran en 101.000 predios cafeteros y en más de 148.000 hectáreas aptas para la caficultura.
- El Huila tiene cosecha cafetera todo el año, en el primer semestre es recogida la cosecha del norte y el occidente del departamento que representa entre el 40 y el 45 por ciento y una segunda cosecha que es el 55 o el 60 por ciento en el sur y parte del centro de la comarca huilense.
- Actualmente es el mayor productor del grano en volumen y de cafés especiales, con el aporte del 18,48 % de los más de 13 millones 800 mil sacos producidos por el país.
- Exporta cerca del 90% de su producción, unos 2’367.000 sacos.